El reloj me decía que eran las 23.35 horas mientras que el calendario señalaba un día sábado de tormenta eléctrica. Mis padres habían salido a una fiesta ochentera.
- ¿Te dejo en casa de tu abuelita?
- No, gracias mamá. Me puedo quedar sola sin ningún problema.
Tenía a mi haber el primer record de 2 horas de permanencia absolutamente sola, es decir, casi. La Titi me acompañaba con su ronroneo a los pies de la cama. Ella, yo, la terlevisión y unas palomitas de maiz,¡Qué más podía pedir!
Al principio fueron unos débiles golpecitos. Me hice la desentendida y subí el volumen de la tele. Luego alguien subía las escaleras. Corrí a cerrar la puerta del dormitorio y le hice más cariño a la gata para que ronroneara más fuerte.
La pausa, el silencio de la pantalla y la gatita durmiendo sólo produjo que los latidos de mi corazón se escucharan potentemente, entonces los audífonos y la música solucionaban el instante de miedo.
Sentí y vi un par de murciélagos que intentaban entrar por la ventana. Desperté a la felina, bostezó y volvió a cerrar los ojos. Yo la imité.
A las 02.30 horas divisé cinco espectros dentro de mi habitación.Tomé el rosario, me cubrí con las frazadas completamente y aunque me asfixiaba soporté.
-¡Hola hija! ¿Estás despierta?. ¡Apague la luz!
-¡Mamá!
La mami subió y me felicitó. Eres grande ya no te asustas. Recibí el abrazo y el mensaje y ahora sentía un gran alivio hasta que mi papá habló desde el primer piso.
- ¡Bien hija. Te aviso desde ya que el próximo sábado saldremos con tu madre!
-¿Te quedas solita?
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